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jueves, 30 de octubre de 2014

El closet

 -¡Tienes que dejarlo ya!-le recriminaba Matt a su hermana-Un día mamá se va a enfadar de verdad y nos la vamos a cargar los dos.

 -¡Es que tengo miedo!-protestaba Nelly.

 -¡Eres una tonta!¡Duérmete ya!

 Para Nelly era muy duro que su hermano se enfadara con ella, era el único que conocía el motivo por el que nunca quería dormir en su habitación.

 Diane, su madre, pensaba que era algo relacionado con que fueran mellizos, haber compartido el poco espacio del útero, el contacto continuo y esas cosas; así que, desde enero, que habían cumplido siete años, les insistía para que cada uno tuviera su espacio.

 Matt la apoyaba, protestaba y suplicaba tanto como ella, ante el cambio de habitación de su hermana, al menos, delante de su madre. Sin embargo, cuando estaban solos, se sentía molesto con las "tonterías" de su melliza y la presionaba tanto, o más, que Diane.

 -Matt...¿de verdad no lo oyes?-preguntó Nelly

 - ¡No oigo nada! Y no voy a mirar de nuevo dentro del armario, ya lo hice y no hay ¡nada!-dijo cortante.

 Nelly suspiró y se tapó la cabeza con la manta, intentando hacer oídos sordos a los susurros y arañazos que salían del armario. El único consuelo que le quedaba, era que su cama fuese la más alejada. A Matt, lo que hubiera dentro del armario no le quitaba el sueño y le había cedido a ella, la cama al lado de la ventana.

 Tardó en dormirse, como ya era habitual, mientras concentraba su atención en la respiración pesada de su mellizo, eso siempre la relajaba. No estaba sola, su hermano estaba allí.

 -¡Matt, Matt, por favor, despierta!

 El susurro de su hermana tenía un tono de urgencia, pero lo que realmente desconcertaba a Matt era otra cosa, el sonido no provenía de la cama de al lado.

 -¿Qué pasó?-preguntó también en voz baja-¿dónde estás?

 -¡Me quedé encerrada en el armario!¡Abre!

  Matt encendió la luz de la lámpara de noche, aún somnoliento, no podía despegar los párpados y la tenue luz le molestaba como mirar directamente al sol.

 La puerta del armario, había empezado a agitarse con impaciencia,mientras él se ponía en pie.

 -¡Matt, abre por favor!- gimoteaba su hermana.

 "¿Cómo se puede ser tan tonta?" pensó Matt con irritación.

 -¡Empuja la puerta,no tiene llave!-dijo encaminándose al armario.

 -¡Está atascada!¡Tengo miedo!

 Con una mueca de suficiencia y hastío, Matt tiró del pomo. La puerta se abrió dócilmente, pero Nelly no estaba allí. En su lugar, un profundo hoyo ocupaba el suelo del armario.

 Un gemido lejano ascendió por el agujero, parecía muy profundo, se arrodilló en la abertura y aún así no lograba atisbar el fondo. Ahora era él quien sentía miedo, posiblemente su hermana tenía razón y algo dentro del armario esperaba el momento oportuno de atraparla.
 
 Nunca le había creído, ahora tenía que ayudarla. Se puso en pie, y se giró hacia la habitación, acercaría la lámpara de noche a la abertura. Seguramente encontraría a su hermana agazapada y muerta de miedo, en el suelo del pozo.

 No había dado ni un paso, cuando unas huesudas manos salieron de la abertura, diez, veinte.
 Le tapaban la boca,sujetaban sus pies y sus manos y lo arrastraban hacia el orificio.
 Intentó asirse a algo,halaba con toda la fuerza del cuerpo,luchando por que no le arrastraran a aquel abismo.

 En la lucha, la lámpara de noche cayó de lado y rodó por la mesilla. Le ganaban terreno, eran demasiado fuertes, ¡eran demasiados!

 Lo último que pudo ver antes de caer, fue el haz de luz de la lámpara de noche,casi como una linterna enfocaba la cama de su melliza. Allí, Nelly dormía plácidamente.


 Tal vez, desde el principio lo habían buscado a él.

















miércoles, 29 de octubre de 2014

El asesinato estaba cantado

Diez años de suplicio
llevaba el pobre Andrés,
que le hicieron perder el juicio,
a causa del estrés.
El hombre no descansaba,
porque su vecina Mariana
de cantar no paraba,
desde tango a bulería,
por la noche y por el día.
Era tal su obsesión,
que en lugar de roncar,
acordes emitía,
de sus vecinos pesar.
Andrés presa de la desesperación,
bajó los escalones,
con cuchillo y sin pantalón
tiró la puerta a empellones.
Acabada su misión,
acudió a la policía
e hizo la confesión,
"Maté a mi vecina,
entre opera y reageton,
ya más no podía"
Y entra Andrés en prisión,
todo es tranquilidad,
por fin podrá descansar
aunque sea en un duro colchón.
En la celda de al lado,
un preso tararea descarado
y busca Andrés la ocasión
y lo estrangula con un cinturón.
Se incrementa la pena,
de este pobre incauto
pero ya en la trena
no canta ni el gallo.
Ya salió Andrés de la cárcel,
ya le dieron la condicional,
¡Ten cuidado,ahí viene! 
¡Te ha oído recitar!

martes, 28 de octubre de 2014

El reflejo

Sería aquella noche, estaba convencida. Hacía días que lo veía, cada vez más cerca.
Al principio había sido tan solo un movimiento al pasar, poco a poco fue tomando forma y ahora la atormentaba a cada hora, a cada minuto.
 No tenía claro de dónde tomaba su poder, la energía suficiente para materializarse. No era de este mundo, de eso si estaba segura.
 La puerta de la habitación se cerró con fuerza, las ventanas cerradas la miraban con cara de inocencia, ni una brisa cruzaba la sala.
 Creía estar sola en la casa, pero él estaba allí, enfadado, agresivo, y cada vez más cerca, más poderoso. Podía sentirlo, estaban conectados.
 El reloj dio las doce, noche de difuntos, la hora bruja, la espera la estaba matando. Sus dedos tamborileaban en la mesa de café, de un salto se levantó del sillón y fue hacia la cocina. Necesitaba agua, un regusto amargo se había apropiado de su paladar.
 Un brillo en el gran espejo del salón captó su atención, sus ojos se posaron en él ávidos de información. ¡Atrevidos, osados e ignorantes ellos!
 Allí estaba, a través del espejo lo podía ver, ese rostro desfigurado que la atormentaba de día e irrumpía en sus pesadillas nocturnas. 
 Sus ojos eran dos cuencas vacías y la ausencia de una buena parte de su mandíbula, dejaba al descubierto la cavidad oral. La lengua, sin una pared en la que sostenerse, caía desmesuradamente grande, hacia un lado. 
 Se acercaba, lo tenía a unos tres metros y ella, como hipnotizada, seguía mirándolo a través del espejo, viendo su agonizante avance.
 Sólo cuando el ser extendió su mano para alcanzarla, reaccionó. Se giró rápidamente para hacerle cara a ese monstruo deforme, pero no había nadie.
 Un miedo mayor del que había sentido jamás la invadió, dio un paso atrás en busca de la seguridad de la pared. No la encontró, en su lugar topó con el gran espejo, que no detuvo su retroceso.
 La caída fue breve. Detrás del espejo, unas manos la asían con firmeza, mientras una lengua desmesurada rozaba su cálida mejilla.


viernes, 24 de octubre de 2014

Amigas, compartiendo el alma

 Algunas personas llegan a tu vida por casualidad y cuando pienso esto, Laura se materializa en mi mente.
 Cuando la conocí, pasó de ser nada a ser todo. Como dos imanes que con un "click" sellan su unión, empezó nuestra amistad.
 No había nada que no pudiéramos compartir, risas, sueños, desvelos y secretos. Nuestras miradas se convertían en conversaciones, un gesto provocaba una reacción (siempre la esperada), y una lágrima se convertía en urgencia.
 Eramos y somos complementarias, la una es el bastón de la otra cuando las cargas del día a día resultan demasiado pesadas de llevar.
 Y nuestras locuras...¡Si, cuantas risas!
 Haciendo balance de nuestra vida en común, casi como si fuéramos un viejo matrimonio, ha habido más momentos buenos que malos.Porque incluso en los malos, hemos sido dos para hacerles frente. 
 Laura conoce mi vida casi tan bien como yo, me conoce a mi misma casi tan bien como yo; por eso me sorprendí cuando un día, después de muchos años de complicidad y confidencias me hizo la pregunta: 


 –¡Dime la verdad!¿Aún lo amas?

 Era mi mejor amiga, no podía ni quería mentirle, además no 

había necesidad, sabía que cualquier respuesta que le diera 

se iría con ella.

 Me miraba atenta, como sólo las amigas lo hacen, 

evaluando mis gestos con mirada experta.

 Quise hablar, pero no pude. Tiempo atrás mis ojos hubieran 

hablado por mi, las lágrimas se hubieran agolpado tras ellos

y ganado la carrera a mi boca.

Ya no era así, pero era tanto el dolor que todavía provocaba 

en mi aquel recuerdo, que mi alma me abandonó por un 

segundo.

Mi cuerpo y mi rostro se quedaron estáticos, evaluando sus 

nuevas reacciones ante un tema viejo.

Ningún sonido salió de mi, no podía, el aire había 

abandonado mis pulmones y en el pecho sólo sentía un gran 

vacío.

 Laura me abrazó.

  Ese silencio fue para ella, la más clara de las respuestas y 

su abrazo cálido para mi, más reconfortante que cualquier 

palabra.