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domingo, 31 de mayo de 2015

Frío y calculador

Estaba aterrada.
Lo escuchaba en la habitación de al lado, su arrastre de pies indicaba que se había levantado de la cama. 
Los pasos se acercaban, perezosos, sin prisa, el monstruo sabía que ella no podía huir y a pesar de eso, su avance era sigiloso.
Ella sabía de sus intenciones, se alimentaría de ella y no podía hacer nada. A su vez, él no pararía hasta vaciarla del todo.
La luz se encendió, él la miró con los ojos entrecerrados.
Allí estaba, arrinconada en una esquina, indefensa e inmóvil, blanca como el papel.
No necesitaba ningún arma, con sus propias manos le abrió la barriga en dos.
Se tomó un par de segundos en observar su interior, hasta alargar su mano y tomar el objeto de su deseo, algo con lo que saciar su apetito.
El terrible monstruo miró su mano apesadumbrado y pensativo.
"Solo un yogur, mañana tengo que ir a la compra" dijo para sí, mientras cerraba de nuevo la nevera.